En octubre solemos recolectar nuestra cosecha de aceite de oliva virgen extra de la variedad Picual, que año tras año se supera. Un momento que siempre vivimos con alegría y que nos permite despedir el año con la satisfacción del trabajo bien hecho. Como venimos de una época compleja, esta vez nos hemos rodeado de personas muy queridas para que conozcan de primera mano el trabajo olivarero y agradecerles su amor a nuestro producto.
Pero antes de contarte cómo se desarrolló nuestra experiencia oleícola, permítenos que presumamos de nuestro oro líquido, extraído en frío. Los resultados de la cata sensorial (PDF) realizada a través de los ensayos organolépticos nos describe un zumo de un frutado verde con notas a tomate, madera, almendra y alcachofa, ligeramente amargo con un toque picante, y una acidez reducida a los 0,14 grados (muy por debajo de los 0,8 grados que marca el límite entre los virgen extra y los que no lo son).
El encuentro
El viernes 12 de noviembre, un viejo molino de harina a orillas del río Velillos, en Alcalá la Real, se llenó de entusiasmo. Hoy, ese histórico edificio es el Complejo de Apartamentos rurales Molino de Abajo, el lugar idóneo para relajarse y preparar el espíritu para nuestra experiencia gastronómica.
Tras los primeros abrazos y una vez instalado, el grupo repuso fuerzas con la exquisita cocina local de la Taberna La Piedra. Allí, entre bocado y bocado, los nervios iniciales dieron paso a la diversión compartida. Roto el hielo y satisfecho el estómago, el crepitar de la chimenea nos condujo a un sueño reconfortante.
Una jornada de aprendizajes
A las ocho y media de la mañana, el grupo ya estaba empapándose de oro líquido. Las tostadas de pan con tomate del desayuno se regaban de aceite de oliva virgen extra. Los más golosos también tuvieron su ración de AOVE en forma de tortas de chocolate y nueces elaboradas con nuestro aceite.
Antes de llegar al olivar, tomamos perspectiva del entorno y comenzamos a introducir los conceptos ambientales que condicionan el cultivo de la aceituna. ¿Por qué en Alcalá la Real? ¿Qué clima es el idóneo? ¿Cómo afecta el suelo? Desde el mirador se acertaba a ver las cimas de Sierra Nevada. De fondo, nos iba llegando el rumor de los peones olivareros.
Poco a poco, nos fuimos aproximando a esas voces y apreciando cómo los fardos de olivas se iban llenando. En el ambiente se respiraba una mezcla de esfuerzo, mimo, tradición y saber hacer. Algo poderoso tiene ese cóctel, porque nuestros invitados pronto comenzaron a trabajar también.

A medida que avanzaba la recolección íbamos resolviendo las dudas e inquietudes que brotaban. Por ejemplo, hay ciertas tareas que se han mecanizado pero, ¿cuáles y con qué maquinaria se ejecutan? Por otra parte, la cultura olivarera sigue siendo profundamente artesanal y labores como el vareo, la recogida y el vaciado de fardos siguen siendo manuales. Hacerlo bien exige un equilibrio de maña, fuerza y paciencia.
La masterclass de nuestros invitados culmina con una valiosa lección: el trabajo olivarero es duro. A media mañana, ese esfuerzo tiene su primera recompensa en forma de almuerzo típico en medio del olivar. A veces, un privilegio consiste en algo muy sencillo: el sol, los alimentos y una buena compañía.
El viaje del aceite emprende una de sus últimas etapas. A mediodía llegamos al molino para asistir a la extracción del AOVE en vivo y en directo. La selección y el prensado son hipnóticas, pero el momento de verter el aceite resulta sobrecogedor. Ese instante en que por fin se descubren los matices de color verde, su densidad y los diferentes sabores en boca es incomparable.
El colofón de esta experiencia será una comida tradicional y una tarde de cultura flamenca. Las palmas, la percusión, el taconeo, el baile y el cante pusieron el broche de oro a nuestra primera experiencia oleícola. Arte, pasión y sangre de nuestra cultura.